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Fantoche número 14

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INDICE

CADA MOVIMIENTO TIENE UN OBJETIVO, CADA GESTO LLEVA UNA PALABRA

Agnès Limbos

EL OBJETO ESENCIAL,entrevista a Agnès Limbos

Ramón del Valle

DECISIÓN

Joaquín Hernández

LA MARIONETA DE LAS VANGUARDIAS EUROPEAS AL PRINCIPIO DEL SIGLO VEINTE : RENOVACIÓN Y EXPERIMENTOS TEATRALES

Hélène Beauchamp

FELIZ ANIVERSARIOUNA EXPOSICIÓN DE UNIMA

Luis Fernando de Julián

JOSÉ VERA, LOS TÍTERES BÁRBAROS DE MADRID

Adolfo Ayuso

EL ESPECTÁCULO MISCELÁNEO EN ESPAÑA. 1750-1814: LAS PANTOMIMAS

Francisco J. Cornejo

POZOS

Luis Fernando de Julián

Ilustración: Raquel F. Sáez

EDITORIAL

Héroes y villanos

Todas las situaciones y periplos catastróficos de la historia (la pandemia mundial del coronavirus nos sitúa en uno de esos momentos de eclosión histórica) tiene sus propios héroes, necesarios para la redención de la fatalidad y la desgracia que toca padecer en el infortunio. En esta ocasión, tratándose de una crisis sanitaria, ha sido el deseo unánime de los ciudadanos del mundo, aclamar como auténticos héroes a todo el personal sanitario por ser el escudo en la lucha contra la pandemia, aún no habiendo contado con todos los recursos necesarios y siendo obligados a cuidarnos en condiciones de mucho riesgo y sacrificio personal. Y es que hay pocas profesiones tan vocacionales como los sanitarios, especialmente las enfermeras. Quizá también la de titiritero por amar tanto su oficio. Aunque no tan notorios, héroes también -como los niños- porque a pesar de las muchas incertidumbres que ahora se ciernen sobre la profesión (cancelación de giras y representaciones, falta de ingresos, abandono a su suerte de las administraciones…) han sabido sobreponerse a la tristeza de la adversidad para seguir, desde casa, trabajando generosamente con sus títeres haciendo más llevadero el confinamiento obligatorio de las familias, particularmente de los niños y niñas. Los títeres se encerraron en el hogar, no para permanecer guardados en los baúles a la espera de tiempos mejores, sino para seguir dando felicidad, cultura y entretenimiento a muchos hogares españoles. Durante el confinamiento, aprovechando todos los recursos tecnológicos que les brindaban las redes sociales, los titiriteros han puesto sus espectáculos grabados en vídeo a disposición de las familias, han realizado intervenciones en directo e inundado las redes con talleres y tutoriales de construcción de títeres. Con tanta siembra, quién sabe si en algún hogar, atrapados por la fascinación que siempre ejercen los títeres en grandes y pequeños, se ha gestado algún Paul Klee que haya construido títeres para regalárselos a sus retoños pudiendo hacer representaciones con ellos. Es probable también, que tanta generosidad haya servido para despertar en algunos pequeños la vocación titiritera, de tal modo que cuando transcurran los años, siendo ya adultos, sólo rememoren felizmente el confinamiento y no recuerden la devastación y la tristeza que está causando esta pandemia. No obstante, habiendo sido reconocida socialmente la labor de los titiriteros (y la de toda la gente de la cultura) durante el confinamiento, se han visto obligados, en plena pandemia, a salir en defensa de su oficio, a reivindicar la dignidad de su arte, porque algunos villanos que practican el odio y la provocación, que recurren al penoso argumento de querer prestigiar a un oficio a costa de desprestigiar a otro, que son enemigos declarados de la cultura; han arremetido contra famosos artistas de diferentes oficios histriónicos calificándolos, con reduccionismo cerril, como “titiriteros”, por considerar estos apóstoles del totalitarismo, que esta profesión es una subclase social, situada en la escala más baja de las artes, que no merece ningún tipo de consideración ni de respeto. Sería un error caer en la trampa de la provocación, sólo cabe combatirlos con la cultura, con las armas que brinda el oficio titiritero, con los valores que defienden sus espectá- culos y la alegría que procuran en los más pequeños. Esta catástrofe sanitaria, que previsiblemente se prolongará en el tiempo, traerá también desastrosas consecuencias económicas, especialmente para la cultura que siempre es el eslabón más débil y la gran olvidada en los planes de ayuda del gobierno. Muchas voces claman por la necesidad de arbitrar un plan de choque para la Cultura, que tan generosa ha sido llevando la alegría y el entretenimiento a muchos hogares españoles haciendo más ameno el largo y penoso confinamiento. Vienen tiempos de gran incertidumbre que, sin duda, serán superadas por la resiliencia ancestral de los titiriteros que siempre han sabido adaptarse y sobrevivir en las condiciones más adversas. Volverán con renovadas fuerzas a pisar los escenarios de los pueblos y ciudades del mundo para dar vida a sus títeres, llenando los corazones de pequeños y mayores de fascinación y de alegría.

Ramón del Valle Vela

Miembro del equipo de redacción

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